¿Qué es la resiliencia y cómo podemos desarrollarla?
Ante una misma situación, dos personas pueden reaccionar de distinta manera, para una puede ser un drama y vivirlo con mucha ansiedad y preocupación, pudiendo llegar incluso a deprimirse y otra reaccionará con más tranquilidad, sopesando las distintas posibilidades y buscando recursos que le permitan salir de esa situación y seguir adelante.
Pongamos un ejemplo, dos personas pierden su trabajo. Ambas tienen una situación similar: hipoteca, família, dos hijos pequeños,... Una de ellas lo vive como un desastre, con mucha preocupación, se dice frases del tipo: «¿Y ahora qué voy a hacer?, «Seguro que no encontraré trabajo?», «A mi edad,... menuda desgracia. ¿Cómo voy a sacar a mi familia adelante,... soy un fracasado».
La otra, tras el shock inicial, sopesará alternativas y posibilidades e incluso puede verlo como una oportunidad para hacer aquello que siempre ha deseado, tal vez decida capitalizar el paro y emprender, montando su propio negocio. En ningún momento, mantendrá un diálogo negativo consigo misma como en el caso anterior porque confía en sí misma y en sus capacidades para encontrar soluciones y superar con éxito esa situación.
¿Qué diferencia a una persona de otra? La diferencia reside en la manera de enfrentar la situación. Es evidente que a lo largo de nuestra vida, nos suceden muchas cosas y que pasamos por situaciones difíciles, estresantes y dolorosas. Es algo que no podemos evitar. Pero sí que podemos decidir cómo interpretamos esas situaciones y cómo respondemos ante ellas.
Esa manera de interpretar y de afrontar las adversidades que nos depara la vida tiene relación con la resiliencia.
Podemos definir resiliencia como la capacidad de la persona para afrontar situaciones difíciles y dolorosas, adaptándose a su nueva realidad y buscando los recursos para volver a la normalidad. La resiliencia se asocia con fuerza interior, fortaleza emocional y autoestima. Por tanto, la persona resiliente es capaz de sobreponerse a las adversidades y de gestionar el dolor emocional que puedan provocarle, manteniendo siempre la confianza en sí misma y en la vida.
En cambio, las personas no resilientes se sienten sobrepasadas por las adversidades que consideran insuperables y caen en el victimismo y la desesperación adoptando conductas insanas y destructivas como la negación, la culpa o la distracción y evitación con el consumo de drogas, alcohol, compras compulsivas,... Estos comportamientos lejos de solucionar los problemas, los agravan, generando más dolor y sufrimiento a la persona.
El psiquiatra y psicoanalista Boris Cyrulnik fue el que dio a conocer el concepto de resiliencia en su obra «Los patitos feos» en la que explica que las personas resilientes no sólo son capaces de sobreponerse a las adversidades, sino que incluso salen más fortalecidas porque las entienden como una oportunidad para aprender y crecer como personas, desarrollando nuevas habilidades y recursos. Asimismo, se caracterizan por ser personas positivas y optimistas, ya que siempre ven el vaso medio lleno.
¿Cómo es una persona resiliente?
Como hemos visto, la resiliencia está relacionada con la autoconfianza y la autoestima. Por tanto, es una habilidad que la persona desarrolla a lo largo de su vida y que empieza a formarse en la infancia. De ahí la importancia que tienen los padres en su manera de educar y de relacionarse con sus hijos para que éstos puedan afrontar los problemas que se les vayan planteando.
Una persona resiliente se caracteriza por:
- Un buen autoconocimiento. Las personas resilientes conocen tanto sus fortalezas y habilidades como sus limitaciones y vulnerabilidades, teniendo una visión realista de sí mismas que les permite tener una buena autoestima.
- Confían en sí mismos. Al conocer sus fortalezas y limitaciones, las personas resilientes confían en sus recursos y saben lo que son capaces de hacer. Por tanto, ante un contratiempo o complicación, se sentirán preparadas para actuar.
- Son capaces de pedir ayuda. Las personas resilientes al tener una buena autoestima, no ven los contratiempos o dificultades como algo que cuestione su autoestima sino como algo inevitable que forma parte de la vida. Asimismo, al ser consciente de sus limitaciones y de sus vulnerabilidades y al aceptarlas, no tendrán ningún problema en pedir ayuda si es necesario. Aceptar y reconocer, en un momento dado que no son capaces de solucionar un problema no es para ellas un síntoma de debilidad, sino una prueba más de su fortaleza interior y de su autoestima. Por tanto, recurrirán a familiares y a amigos e incluso pedirán ayuda professional si lo creen necesario.
- Ven las dificultades como una oportunidad para aprender y crecer como personas. Las personas resilientes no se derrumban ante las adversidades sino que buscan soluciones y saben que saldrán fortalecidas porque desarrollarán nuevas habilidades y estrategias de afrontamiento.
- Son personas realistas. Practican lo que se llama el optimismo realista, es decir, saben que el mundo no es de color de rosa, que hay problemas, discusiones, retos, contratiempos, sucesos traumáticos,... pero no se centran en ellos. Viven con optimismo, enfocadas en sus objetivos y afrontando con confianza, valentía y decisión los retos.
- Saben gestionar sus emociones. Las personas resilientes son conscientes de que no pueden controlar lo que les sucede, pero si que pueden decidir cuál es su respuesta. En este sentido, saben lo importante que es entrenarse en educación emocional para saber lidiar con la incertidumbre, el estrés, la inseguridad y demás emociones que nos pueden perturbar.
- Saben adaptarse a los cambios. Al ser conscientes de que no pueden controlarlo todo, saben que la vida nos puede presentar imprevistos que alteran nuestros planes. Por ello, las personas resilientes se caracterizan por su flexibilidad y capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias.
¿Cómo podemos desarrollar la resiliencia?
La resiliencia es una capacidad que podemos desarrollar y entrenar tanto si ya somos adultos como si queremos fomentarla en nuestros hijos e hijas. Para ello es importante, seguir los siguientes pasos:
- Fomentar el autoconocimiento. Es importante que seamos muy objetivos con nosotros mismos y que hagamos una lista con nuestras fortalezas y nuestras limitaciones. Recordemos que el autoconocimiento es la base de la autoestima y de la confianza en uno mismo.
- Desarrollar la educación emocional. Tenemos que aprender a reconocer, expresar y legitimar nuestras emociones para poder gestionarlas de manera adecuada.
- Aprender a ser plenamente conscientes y a vivir el presente. Para ello podemos practicar técnicas de respiración consciente, relajación y meditación que nos ayudarán tanto a gestionar el estrés como a mantenernos centrados en nosotros mismos. La consciencia plena nos permitirá relativizar nuestros problemas, a aceptar aquello que no podemos cambiar y a lidiar con la incertidumbre del futuro.
- Evitar las personas tóxicas. Es importante que nos rodeemos de personas optimistas, creativas y vitales que nos aporten energía positiva y que nos ayuden a crecer como personas. Tenemos que cuidar estas amistades y crear sólidos vínculos de confianza y de intimidad para generar una red social que nos sirva de apoyo en los momentos difíciles.
- Tener claro cuáles son nuestros objetivos, fijarnos metas realistas y ser perseverantes en nuestro empeño.
Entrenarnos en la resiliencia nos ayudará a superar los obstáculos, a crecer como personas y a desarrollar todo nuestro potencial para conseguir nuestros objetivos en la vida tanto a nivel personal como familiar y personal. Pero la resiliencia es como un músculo que se tiene que entrenar, cuanto más la desarrollemos, más resiliente seremos y más fácil nos resultará reponernos de las adversidades que nos depara la vida.