Quiero hacer terapia pero no sé si...
La lectura de libros de psicología o de crecimiento personal puede servirnos para el propio autoconocimiento, así como para el intercambio de información con amigos y conocidos interesados en el universo de la inteligencia emocional. Pero lo cierto es que el trabajo terapéutico, tanto en grupo como en sesiones individuales, resulta todavía más rico y efectivo, ya que es en relación con los demás cuando vemos con mayor claridad cómo somos y cómo funcionamos.
Existen técnicas, herramientas y propuestas terapéuticas para todos los gustos y todas ellas pueden abordar, más directa o indirectamente, cualquier aspecto de nuestras vidas que nos está dañando, que no funciona como quisiéramos, que nos preocupa más de la cuenta, que no nos permite, en definitiva, vivir bien, en paz con nosotros mismos, con los demás o con todo lo que nos rodea. Me refiero, por ejemplo, a situaciones de separación y procesos de duelo; a estados de ansiedad, depresión o estrés; a dificultades en las relaciones de pareja, de amistad, familiares o laborales...
La mala gestión de estas situaciones –que en ocasiones no podemos evitar– se debe muchas veces, en mi opinión, a una baja autoestima.
¿Cómo saber si tenemos poca autoestima?
El concepto autoestima significa, simplemente, ‘amarse’, y punto. Es así de simple, amarse como amamos a los demás -incluyendo a los animales de compañía-. De hecho, amarnos debería de ser una acción tan automática y natural como lo es el acto de respirar.
Si dicho esto te surge la duda de si te quieres poco o mucho, lee estas ocho afirmaciones, observa con cuáles te identificas más y con cuáles menos y saca tú tus propias conclusiones:
- ¿Te respetas y te haces respetar?
- ¿Te aceptas y te validas, sin la ayuda de los demás?
- ¿Confías en tus capacidades?
- ¿Te comprendes en momentos difíciles?
- ¿Te ayudas cuando sientes que no consigues salir adelante?
- ¿Te tratas con afecto?
- ¿Te dejas en paz cuando no sabes más?
- En definitiva, ¿te dejas ser?
Tener una buena autoestima significa que sabemos encontrar la paz interior que necesitamos, que nos aceptamos tal y como somos y, en consecuencia, que dejamos de luchar contra nosotros. Amarnos nos ayuda a estar mejor, a enfrentar los conflictos y las adversidades y a gestionarlos con más acierto y serenidad. Lo cual no nos evita, obviamente, vivir momentos o períodos dolorosos (enfermedades, pérdida de seres queridos, separaciones, etc.), ya que forman parte de la vida misma y no nos queda otra que convivir con ello, transitarlo y superarlo –si es posible– en compañía y –si conviene– con ayuda terapéutica.
¿Cuándo es recomendable hacer terapia?
Recorrer a un psicólogo, terapeuta o grupo de terapia a veces no resulta fácil; a menudo sentimos que no lo merecemos, que estamos exagerando o, incluso, consideramos que ir al psicólogo es de locos -este último tópico no es razonable, es un gran prejuicio-. Como personas que somos, nos gusta ser escuchadas y acompañadas, desde el respeto y desde la comprensión. Y, desafortunadamente, no todo el mundo cuenta con una red de amigos o familiares con quienes refugiarse emocionalmente.
Problemas y conflictos aparte, la terapia también es muy útil para el crecimiento personal: para mejorar la comunicación con los demás, para alcanzar metas personales o cumplir objetivos profesionales, etc.
En cualquier caso, si te preguntas cómo puedes saber si realmente necesitas empezar un proceso terapéutico, aquí te dejo unas cuantas pistas:
- Cuando el hecho de no gustarte ni amarte te condiciona en muchos de los ámbitos de tu vida: relaciones, trabajo, pareja, etc.
- Cuando ir por el mundo se te hace cuesta arriba y te aíslas de la gente, no por gusto ni por necesidad de disfrutar de tu soledad sino desde el resentimiento, la envidia, la rabia, la resignación…
- Cuando no acabas de aprender ni de integrar nada de lo que lees en los libros de crecimiento personal o no te sirven los buenos consejos ni el modo de hacer de los demás, y sientes que no consigues salir adelante.
- Cuando notas que los amigos y conocidos te evitan para no oír tus quejas o discursos monotemáticos.
- Cuando quieres estar mejor contigo, crecer y ser más feliz, y sientes la necesidad de aprender cómo hacerlo y de experimentar en un espacio de confianza y seguridad, tanto en un contexto grupal como en sesiones individuales.
Si te identificas con alguna –o con más de una– de estas situaciones, quizá podrías plantearte la posibilidad de realizar un proceso terapéutico. Y si sientes cierta resistencia a dar este paso, puedes hacerte dos preguntas más:
¿Quieres resolver el tema o conflicto que te preocupa?
Si la respuesta es «no», perfecto, déjalo correr, entonces.
Si la respuesta es «sí», responde a la siguiente:
¿Qué (o quién) te impide hacer terapia?
Una vez hayas visto «tus fantasmas», ponte las pilas para vencer estos obstáculos y toma una decisión.
Con el fin de valorar tus necesidades y distinguir si necesitas ayuda profesional o no, es muy importante escucharte en silencio y centrarte en ti y en tu situación.
¿Qué beneficios aporta un proceso terapéutico?
Debes saber que hacer terapia o seguir un proceso terapéutico con un buen profesional te permitirá, para empezar:
- Expresar tus inquietudes y sentirte escuchado y acompañado, sin juicios ni consejos gratuitos.
- Tener un punto de apoyo durante un tiempo concreto, como si se tratara de un bastón para andar con más seguridad, hasta que sientas que puedes ir solo.
- Partir de un modelo o referente (terapeuta) con una buena dosis de presencia, conciencia, responsabilidad y humanidad.
Una vez leídas estas líneas, si ves claramente que te iría bien contar con un profesional que te acompañe a orientarte, ayúdate y déjate ayudar.
Fotos: © Umami Fotografía.