Convierte tus miedos en fortalezas
Todos hemos sentido miedo en un momento dado de nuestras vidas: miedo a hablar en público, miedo a subir en un avión, miedo a que no nos quieran, miedo a la muerte, miedo cuando sentimos que nuestra vida está en peligro,...
De hecho, según el Análisis Transaccional, el miedo es una emoción básica que compartimos con los animales y su finalidad es garantizar nuestra supervivencia. El miedo prepara al organismo ante una situación de peligro para la huida o el ataque. Pensemos en un animal que se siente atacado por otro, el miedo activa su instinto y prepara a su organismo para que responda ante esa amenaza. Por tanto, el miedo tiene una función de supervivencia, es una emoción instintiva y primaria. Al igual que los animales, si nos sentimos amenazados por otra persona que nos pretende atacar o nos encontramos ante una situación de peligro como puede ser estar rodeados por el fuego, el miedo activará nuestro instinto de supervivencia que buscará la mejor manera de ponernos a salvo.
En estos casos, podemos decir que el miedo es una emoción auténtica porque es proporcional y adecuada a la situación que estamos viviendo. Si estamos en una habitación rodeados de llamas, es lógico y necesario sentir miedo para que nuestro cuerpo se active y se prepare para salir corriendo.
Pero, según el Análisis Transaccional, hay otras situaciones en las que el miedo que sentimos es inauténtico porque no hay una situación real y objetiva de peligro para nuestra vida o nuestra seguridad. Imaginemos una persona que tiene que hablar en público y le empiezan a sudar las manos, se le acelera el corazón y se siente atenazada por el miedo. En este caso, no hay un peligro real, sino que el miedo que siente es por una interpretación subjetiva de la realidad condicionada por experiencias del pasado.
Probablemente esa persona cuando era niña tuvo una experiencia negativa a la hora de hablar en público, tal vez en el colegio se reían de ella y ese trauma no trabajdo ni superado está condicionando su presente. Por ello decimos que se trata de una emoción inauténtica porque no responde a una situación de peligro real sino que se trata de una percepción subjetiva de la persona en base a una experiencia dolorosa del pasado.
Ante la perspectiva de hablar en público, la persona revive la situación del pasado en la que se sintió amenazada y ridiculizada y su mente interpreta que en el presente volverá a suceder. Este miedo que siente, para ella es real aunque el resto de las personas no lo vivan de igual manera porque no han tenido su misma experiencia.
Los miedos inauténticos aunque reales y legítimos para la persona que los sufre pueden llegar a ser muy limitantes y paralizadores porque condicionan la toma de decisiones y el día a día de las personas que los padecen.
Tengamos presente que los miedos inauténticos no tienen una función de supervivencia, no se trata de una emoción real ante un hecho objetivo sino que son una construcción mental de la persona basada en un hecho traumático; por tanto, se trata de una respuesta adaptativa aprendida.
¿Cuál es el origen de los miedos?
Desde pequeños, recibimos mensajes sobre lo que podemos hacer o no, sobre lo que está bien y lo que está mal, también opiniones acerca de nuestra persona y de nuestras habilidades. Frases como «Eres un desastre», «Ten cuidado, no confíes en los demás», «No eres muy bueno en matemáticas»,... van haciendo que construyamos una determinada imagen tanto de nosotros mismos como de los demás y del mundo en el que vivimos.
Si un niño crece en una familia en la que oye muchos mensajes negativos y que se muestra temerosa y poco confiada en la vida, él mismo irá incorporando esos miedos en su sistema de creencias.
De igual modo, experiencias traumáticas en las que el niño o la niña no se hayan sentido seguros y protegidos por un adulto y que no se hayan trabajado con posterioridad, puede originar miedos e inseguridades en la etapa adulta.
El Análisis Transaccional sitúa los miedos en el Estado del Yo Niño Sumiso reforzado por el diálogo interno negativo que mantiene la persona consigo misma, retroalimentando su sentimiento de no ser capaz y reforzando ese miedo aprendido.
¿Cómo vencer esos miedos?
Vivir con miedos no nos permite ser felices, ni disfrutar de la vida ni conseguir nuestros objetivos. Los miedos pueden ser muy paralizantes y en casos extremos como la agorafobia (en la que persona siente tanto miedo y ansiedad que no sale de casa) pueden condicionar gravemente nuestras vidas.
Como hemos dicho, todos tenemos miedo a algo: a hacer el ridículo, a ser rechazados, a equivocarnos, a fracasar, a perder nuestro trabajo, a que no nos quieran, a enfermar, a tener un accidente, a envejecer, a que se muera un ser querido,... La lista puede ser interminable. El miedo forma parte de la naturaleza humana y de nuestras vivencias. Recordemos que el miedo al que nos referimos nace de la interpretación subjetiva que hacemos de lo que nos sucede. Por tanto, el primer paso para vencer nuestros miedos es ser conscientes de ellos y aceptarlos como parte de quienes somos. De nada sirve pelearnos con nuestros miedos o negarlos porque éstos seguirán ahí y tendrán más fuerza.
La persona valiente reconoce y acepta sus miedos.
Cuando aceptamos nuestros miedos, estamos haciendo un acto de valentía porque reconocemos nuestra vulnerabilidad y es entonces cuando estaremos en disposición de elaborarlos y enfrentarlos. Aceptar nuestros miedos no significa resignarnos a vivir con ellos sino estar dispuestos a ver qué nos está diciendo ese miedo, revisar nuestro pasado, elaborar las vivencias traumáticas que lo han provocado y sanar las heridas de nuestro niño interior. Y este proceso requiere de una gran valentía. Recordemos que todos tenemos miedos porque todos tenemos una historia personal y cargamos con una «mochila de vivencias».
El valiente no es la persona que no tiene miedos, sino la persona que se atreve a mirar de frente sus miedos y traspasarlos.
Cuando miro de frente a mis miedos, es cuando puedo convertirlos en mis fortalezas porque al reconocerlos y elaborarlos, estoy creciendo como persona y desarrollando capacidades y habilidades que antes no tenía, fortaleciendo mi autoconfianza y mi autoestima.
Pasos para convertir tus miedos en tus fortalezas
- Identifica tus miedos. Obsérvate y conoce qué situaciones, cosas o personas te dan miedo. Pon nombre a tus miedos, concreta los detalles y apúntalo en una libreta: situaciones concretas, qué sientes, qué piensas, qué haces o qué no haces, qué necesitarías, que te gustaría que otras personas hicieran por ti, cómo se manifiesta tu miedo en el cuerpo,... Cuanto más sepas de tus miedos y de cómo reaccionas ante ellos, más poder tendrás sobre ellos y de esta manera evitarás tenerle miedo al miedo.
- Acepta tus miedos. No intentes negarlos, reprimirlos o luchar contra ellos. Forman parte de tu historia y son consecuencia de lo que has vivido. La aceptación es el primer paso para poder superarlos.
- Legitima tus miedos. No te sientas mal o inferior por tener miedo. Recuerda que todos tenemos miedo a algo. Aunque una persona no pueda entender tu miedo, eso no significa que tu miedo no sea real y que no tenga sentido para ti. No permitas que los demás se rían de tus miedos. Piensa que tus miedos se originaron en un trauma del pasado y que para superarlo, tu niño interior se tiene que sentir protegido y validado en ese miedo. Sólo podrá sanar sus heridas, si alguien valida sus sentimientos. Y ese alguien es tu Estado del Yo Adulto.
- Averigua el origen de tus miedos. Hazte amigo de tus miedos y dialoga con ellos. Para eso es importante que te ocupes de tu niño interior, que le prestes atención para que te muestre en qué momento y cómo se formó ese miedo. Tienes que descubrir cuál fue el suceso que desencadenó ese miedo para que desde tu Estado del Yo Adulto puedas contrastarlo con la realidad y relativizarlo.
- Habla con familiares y amigos de confianza sobre tus miedos. Verbalizar tus sentimientos te ayudará a tomar perspectiva y ellos pueden aportarte puntos de vista que no hayas tenido en cuenta. Por ejemplo, puedes tener miedo a las relaciones porque tus padres se divorciaron cuando eras pequeño, pero ellos te pueden poner ejemplos de parejas que son felices y ayudarte a entender que tu no tienes que repetir la historia de tus padres.
- Ponte pequeños retos diarios para ir superando tus miedos. Salir de tu zona de confort y comprobar que no pasa nada, te ayudará a ganar confianza en ti mismo.
- Pide ayuda a las personas de tu entorno para enfrentarte a los miedos que más te asusten. Por ejemplo, si tienes miedo a salir de casa, pide que alguien te acompañe a dar una vuelta a la manzana, después hasta un parque y así progresivamente.
- Lleva un diario con los progresos que vas consiguiendo, eso te ayudará a ganar confianza en ti mismo y a seguir adelante en los momentos en que te sientas abrumado.
- Sé consciente de tu diálogo interior y de los mensajes que te das a ti mismo. A menudo los miedos están relacionados con creencias negativas acerca de nosotros mismos, de los demás y del mundo que nos rodea. Cuando te des cuenta de que te estás hablando en negativo con frases como «No soy capaz», «Seguro que fracasaré», «El mundo no es un lugar seguro», párate, respira y revisa tu diario con todos tus progresos. También te será útil escribirte frases poderosas como «En aquella situación fui capaz de hablar en público» o «Me sentí bien pidiéndole una cita a aquella chica ».
- Practica la relajación y la meditación a diario. Ser consciente de tu respiración y de tu cuerpo, te ayudará a darte cuenta de los síntomas físicos (sudoración, mareo, palpitaciones, respiración agitada,...) que van asociados al miedo para que te sea más fácil cortar el ciclo negativo del miedo que puede llevarte a la ansiedad y así te sea más sencillo poner en práctica los demás consejos.
Y recuerda que en ocasiones, si el miedo es muy paralizante, es necesario pedir ayuda profesional.