Antropofobia, miedo al otro
Tal como se está perfilando el mundo en la actualidad, no dejo de pensar en el hecho de si, cuando acabe esta crisis mundial generada por la pandemia del Coronavirus, volveremos a ser los mismos, los de antes, los de siempre.
Es cierto que son indiscutibles varios hechos; para empezar, a todas luces una nueva estructura social se está llevando a cabo. Cuando podamos por fin volver a la normalidad, las cosas no serán como antes. Pero también es indiscutible el hecho de que las personas se supone que evolucionan en su forma de hacer y pensar y cambian a lo largo de su vida aunque, en esencia, sigan manteniendo “algo” que les defina como ser único. Las acciones de todo ser humano mutan continuamente, adaptándose al escenario y al ambiente que, a su vez, cambia constantemente. El contexto que nos rodea en la actualidad se presenta lleno de incertidumbres y me pregunto cómo cambiará el hombre después de esta etapa.
Para comprender el cambio que pueda acontecer en el interior de los seres humanos es necesario estudiar el contexto en que éstos se desarrollan; me refiero a su contexto cultural, social, económico, político, etc. Sin retroceder demasiado en el tiempo, es inevitable pensar que venimos de otra gran crisis: la económica y laboral que aconteció y tuvo lugar a partir del año 2007. Si echamos la vista atrás, gracias a esa crisis hoy pienso que tenemos más gastos, más deudas, menos hijos, más inseguridad, más pobreza, menos confianza en el sistema y todo ello sin ningún banquero encarcelado. Vistas las cosas de esta manera, es obvio pensar que los cambios que acompañan a estas crisis traigan consigo una dimensión ética y social digna e igualmente importante y necesaria de estudiar y sobre la que reflexionar.
Por todo ello, en esta segunda crisis mundial, llena de noticias falsas, los precios de los alimentos básicos al alza a manos de unos tantos avispados, las constantes crónicas de infarto de lo acontecido minuto a minuto (y hasta segundo a segundo), gente “huyendo” a las ciudades de mar y costa como si de unas vacaciones se tratase, controles de temperatura, fuerzas y cuerpos de seguridad en las calles, las bolsas desplomándose y los puestos de trabajo cogidos con alfileres, entre otras muchas más cosas, no es de extrañar que nuestra confianza esté dañada, mermada cuanto menos diría yo. Cada crisis parece que trae debajo del brazo más temores, más ansiedades, más frustración, y sí, más fobias.
Las fobias se desarrollan cuando las personas padecen temores irracionales o exagerados hacia situaciones, personas o cosas. Pero claro, viendo de dónde venimos, no sé hasta qué punto las posibles fobias y miedos que el ser humano pueda desarrollar en esta década puedan tildarse de “irracionales”. Sea como fuere, una de estas tantas fobias es la antropofobia, el miedo a los semejantes, el temor a las relaciones personales y hacia la compañía de otros seres humanos. ¿Estaremos empezando a desarrollarla?
Cada vez que bajo al supermercado me cuestiono si no habrá gente más asustada y atemorizada que enferma, sin quitar por supuesto seriedad y gravedad a todo lo que está aconteciendo. Pero me pregunto, ¿qué será de estas personas temerosas cuando todo esto acabe? Porque todo acaba. Dice el refrán que no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista. ¿Qué ocurrirá con el temor de unos hacia otros por una tos o un estornudo? ¿Cómo se verán afectadas las relaciones sociales e interpersonales? (y se me viene a la mente por ejemplo los vecinos denunciándose ahora unos a otros…) ¿Qué harán las personas y las familias que no puedan o no sepan reinventarse a sí mismos? ¿Se contagia una fobia y un miedo más fácilmente que el propio coronavirus?
Se supone que el miedo en su origen es un sentimiento positivo de supervivencia que te alerta de posibles peligros o amenazas, pero ¿no estaremos yendo demasiado lejos dejando que este sentimiento nos domine por completo? Espero con todo mi corazón no salgamos más incapacitados por este hecho, sino muy por el contrario, salir con una mente reforzada, capaz de hacer frente a ésta y a las situaciones que estén por venir. Una mente y un alma sólidas, consistentes. Sin duda alguna, volveremos a pisar las calles cuando el coronavirus ya no las transite, pero y el miedo ¿seremos capaces de dejarlo atrás?