Echar de menos...
Echar de menos implica algo mucho más allá que evocar o rememorar tiempos, lugares o personas. Sinceramente, para un ser humano extrañar puede convertirse en uno de los sentimientos más intensos y desgarradores al que hacerle frente en el día a día. Aparentemente fácil de gestionar, es más duro de lo que a simple vista pueda parecer.
No es tarea fácil afrontar solos el espacio que aquello que más amamos deja al marcharse, aunque sea de forma transitoria. Puede ser ese rinconcito en la playa al que vas a almorzar cada vez que el trabajo lo permite, esa calle que tan buenos ratos te ha hecho pasar y que apenas pisas ya por miles de obligaciones diarias, un abuelo que se fue y que ya no jugará más contigo, un amante que ya no está más en tu vida, un maravilloso esposo cuyas obligaciones no le permiten pasar todo el tiempo que quisiera a tu lado, una hermosa infancia... Hay miles de variantes. Las opciones pueden ser infinitas para el ser humano, pero en cualquier caso, casi siempre es una sensación difícil de controlar que desborda todo nuestro interior.
El hombre es un animal de costumbres, así que pasar todo el tiempo en el lugar favorito o con la persona amada y de pronto dejar de hacerlo supone un shock muy intenso que suele afectar al equilibrio mental y psíquico del individuo, haciendo mella en su bienestar anímico y personal. Estar en el sitio soñado o compartir vivencias maravillosas con los seres amados, sólo por poner algunos ejemplos, normalmente supone para la persona tener encendidos esos motores psicológicos que van asociados favorablemente a su bienestar, a su confort y su seguridad. Motores potentes ya que van ligados a la felicidad, la auténtica y verdadera felicidad y todos sabemos que es duro deshacerse de algo tan hermoso.
No obstante, todo esto también tiene su parte positiva y es a ella a la que podemos agarrarnos para intentar gestionar de una mejor forma la intensa sensación que nos embarga al echar de menos. Extrañar es necesario, por ejemplo, en toda relación que se construya sobre bases sólidas y no en la dependencia mutua. No tener siempre a la persona amada hace que entendamos mejor el valor de su presencia y que disfrutemos mucho más aún el tiempo que sí se pueda pasar en común. Esto conlleva a su vez acelerar e impulsar la motivación positiva y el deseo mutuo, lo cual no sólo es fantástico, sino necesario para desarrollar una propia autoestima eficiente.
Añorar también es bueno para pasar tiempo con uno mismo y entenderse a sí mismo sin caer en las dañinas codependencias tan actuales y tan de moda que no hacen ningún bien a nuestra mente. Cultivar el mundo interior no sólo es deseable, sino imprescindible e ineludible, precisamente para saber apreciar mejor todo lo que somos, todo lo que tenemos y lo que las personas, el mundo y la vida en general sí nos ofrece. Y aunque sea difícil aceptar por lo que implica, echar de menos te hace fuerte y valiente.
Encontraremos la paz interior que tanto necesitamos para poder sobrellevar este intenso echar de menos si lo vemos como algo provechoso, como la oportunidad para desarrollarse en una autoestima positiva, en una visión valerosa de la vida y de las relaciones. Al fin al cabo y con todo, echar de menos significa tener toda una historia a tus espaldas. Una historia que puede ser mágica y preciosa ya que construye y conforma todo lo que hoy eres. Agárrate a eso con firmeza. Es una magnífica oportunidad para crecer de verdad.