Sobre la libertad
Lamento profundamente decir que hoy en día la palabra libertad está más que gastada, más bien diría yo que está extenuada, ajada y más que consumida por el abuso disparatado, irracional y absurdo que se ha hecho de ella sin miramientos por una sociedad que, al igual que la propia palabra, está marchita, desgastada, vieja y exhausta.
Libertad se ha convertido en sinónimo de actuar sin responsabilidad y sin pretensión ninguna de asumir las consecuencias de lo hecho. Se ha transformado en el análogo acérrimo de expresar el mal hacia las personas con el “inri” de excusarse en una ideología que habría cambiado mundos enteros si de verdad hubiésemos entendido su auténtico significado. Sinceramente creo que la sociedad no ha entendido bien la diferencia clara y contundente que existe, porque existe, entre la libertad como el derecho a decidir y el libertinaje como el abuso de la anterior.
Sin duda alguna, el mundo ha cambiado, ya lo creo que lo ha hecho, pero a peor. La deshonestidad y la agresividad en general como marcas de la casa, la provocación y la imprudencia en el arte del vestir de hombres y mujeres, el consumo de todo tipo de estupefacientes, alcohol y fiestas descabelladas, el ser caprichoso, voluble, superficial e injustificado o la corrupción y la inmoralidad son sólo algunos ejemplos del uso actual que la sociedad esconde tras la palabra libertad.
Sin pretensión alguna de parecer una santurrona y muy muy lejos de ser una mojigata o una puritana en el siglo en que estamos, sólo pretendo poner encima de la mesa y a la luz diáfana del día esta reflexión sobre el mal uso continuado que la sociedad y las nuevas generaciones vienen haciendo de la tan arduamente conseguida voluntad y el derecho propio de poder hacer, disponer o decidir.
El libre comercio junto con el libre mercado ha conquistado a la población al grito de libertad con una importante secuela bajo el brazo, trayendo como consecuencias más importantes el desplome de los salarios y la pérdida de millones de empleos en todo el mundo. El libre albedrío no es más que un refugio para poder hacer lo que venga en gana sin asumir responsabilidades ni obligaciones de ningún tipo. Con la libertad de expresión la sociedad se ha llenado de personas desnudas en medio de la calle abanderando los ya-irrecuperables-de-por-vida derechos en lugar de hacer las movilizaciones racionales necesarias y a tiempo.
Esta misma idea depravada de la libertad también nos ha llevado a dejar morir al de enfrente por no seguir las normas (y la cordura) en épocas de crisis sanitarias (sí, en plural porque vendrán más de una). Al fin y al cabo, dice la sociedad, la gente tiene derecho a salir y a disfrutar de su libertad caiga quien caiga. Y así podría seguir una eternidad, desgraciadamente.
Las soluciones que propongo
No estaría bien de mi parte criticar sin aportar soluciones, por ello pienso que necesitamos ahora más que nunca un uso real de la palabra libertad. Un uso honrado, modesto y prudente de la misma. Sí. Necesitamos volver a honrar ese término. El mundo lo está pidiendo a gritos.
Lo que parece que nadie entiende es que la libertad, la verdadera libertad, está en el interior de cada uno de nosotros, porque la palabra designa la capacidad de decisión que cada ser humano tiene, pero claro, dentro de unos límites, respetando a los semejantes, en un marco de sentido común y entendiendo que la libertad total y absoluta no existe ni existirá en la vida, pues la capacidad de acción de cada persona siempre se entiende dentro de unos márgenes que la misma vida impone.
¿Eres libre de no sentir amor por alguien? ¿Tienes la capacidad de decidir no sentir nunca más? La libertad de todo hombre y de toda mujer está limitada o condicionada por las mismas normas que se han establecido para poder convivir juntos, en grupo, en sociedad, y en armonía. Y desde luego, psicológicamente, nunca seremos libres como acabo de demostrar con esas sencillas cuestiones que he lanzado al aire. Es nuestra obligación moral, como seres racionales que supuestamente somos, entender que la libertad, como tal, siempre, siempre, estará supeditada al hecho de no provocar ni crear ningún mal al contexto, al entorno o a sus integrantes. Y te pregunto:
¿Sabrás honrar lo que te ha sido dado o saldrá el animal que llevas dentro?