Ante la crisis tenemos la libertad de elegir como reaccionar
Viktor Frankl acuñó el término “Optimismo trágico” según el cual podemos elegir nuestra forma de reaccionar a los acontecimientos negativos.
Hoy en día casi se nos exige a las psicólogas y psicólogos que transmitamos mensajes positivos. El pensamiento positivo, la Psicología positiva, es lo que necesita la población en general, son esos los mensajes más necesarios cuando nos piden consejo para convivir con la situación actual y lo que representa en las vidas personales, sociales y económicas de la sociedad. Sólo cuenta si podemos transmitir ese tipo de mensajes. Pero los profesionales de la salud mental sabemos muy bien que ese tipo de pensamiento no soluciona el sufrimiento psicológico, social o físico.
En la vida no todo es tan simple y sólo una actitud madura, realista y comprometida será mucho más efectiva que ese tipo de pensamiento positivo que nos han vendido como la panacea de la felicidad. Se trata, pues, de un pensamiento realista con la situación que vive cada persona y, eso no significa resignarse a la situación que nos está tocando vivir, una situación en la que podemos tomar como referente al Psiquiatra Viktor Frankl, sobreviviente de cuatro campos de concentración y autor del libro “El hombre en busca de sentido”.
Frankl fundó la Logoterapia existencial centrada en la voluntad de sentido y a él le debemos el término: “Optimismo trágico”. Se trata de un concepto muy útil, sobre todo en épocas de grandes dificultades ya que nos permite ver con claridad, ser conscientes y aceptar lo malo, al mismo tiempo que podemos decidir cómo vamos a reaccionar ante cualquier cosa que ocurra, sea lo que sea.
En la situación actual del COVID-19 nos enfrentamos a una crisis nunca vista que no va a desaparecer con el pensamiento positivo. Sin embargo, evaluar de manera realista, informándonos correctamente y sopesando todas las opciones, así como ver si podemos cambiar algunas cosas, son acciones más eficaces, como también examinar nuestra libertad y el radio de acción que poseemos para actuar. Una vez tengamos bien definido el panorama vemos de qué forma podemos aplicar las acciones que consideramos eficientes y apropiadas, en nuestra vida cotidiana.
Podemos decidir con ciertas condiciones y la decisión última es la que decidimos cómo vamos a afrontar la crisis y utilizar este periodo de la mejor forma posible, tanto para nosotras como para nuestro entorno. Cambiar aquello que podemos cambiar, estar abiertos, ser críticos e investigar. Utilizar el sentido común. Gestionar cada día de la forma más efectiva y que contribuya a mejorar la situación, eso ya es un éxito. La vida es este presente que tenemos delante y por aquí es donde debemos empezar.
Si lo que antes funcionaba ahora no funciona, tendremos que cambiarlo para hacerlo de otra forma, compartir responsabilidades y cuidados. Cuidarnos y cuidar, así de simple. El filósofo y psicólogo Alexander Batthyány, discípulo de Frankl (Viena 1971) y director del Instituto Viktor Frankl de Viena, dice que trabajar en equipo es el mejor constructor de la paz. Se trata de compartir responsabilidades con amor y dedicación y transformar las cosas con nuestro ejemplo, llenando nuestro entorno de bondad, comprensión, responsabilidad y libertad.
Los estudios demuestran que la bondad suele ser contagiosa. En cuanto a las personas que viven solas, la bondad con una misma, es esencial para la buena salud física, mental y emocional y no se trata de egoísmo, es autocuidado y autoestima. Y ya lo dice el refrán: “La caridad empieza por una misma”. El respeto, la amabilidad, la responsabilidad, la comprensión, la compasión, la curiosidad y la bondad, son valores que ahora más que nunca debemos practicar con nosotras mismas y con los demás.
Ver más allá, tener un pensamiento crítico y respetar aquellos que no piensen o sientan como nosotras, nos dará esa ecuanimidad y equilibrio tan necesarios, además seremos ejemplos a seguir y a nivel personal poseeremos ese tesoro que es la libertad de decidir cómo reaccionar ante la grave situación de crisis actual.
Esta es la esperanza, la de que el mundo no derive en la dirección atroz y terrible que parece abocarse, sino que, como dice Alexander Batthyány, podamos contar con una nueva generación capaz de reconstruir un mundo sacudido por esta crisis.