El abrazo como parte del proceso de sanación
Tras años de aplicar un breve abrazo después de los procesos de sintonización y de haberlo aprendido de buenos profesores energéticos, hoy recordé un viejo escrito donde explicaba que las instituciones escolares donde me eduqué suponían siempre la lejanía física, viendo como una debilidad este tipo de acercamiento.
Para más INRI en la universidad y posterior estudio psicodinámico, se establece que está absolutamente fuera de la práctica acercarse al "paciente", incluso llegando a buscar una posición en la que la mirada no interactúa, es decir, NI MIRARNOS.
Efectivamente una más ajustada observación del proceso de sintonizar demuestra que hay una potente transmisión cuando ofrecemos un breve abrazo, y al preguntarme porqué, me di cuenta de que lo que se acerca mucho es corazón con corazón. ¡Imaginaros, los chakras cardíacos no solo conectado energéticamente sino también sintiéndose físicamente! Además, significa regresar (o reparar quien no los tuvo) a la seguridad de los abrazos que tuvimos en los primeros actos de amor, siendo bebés en la alimentación, o después, siendo niño. Sin duda ha de derivarse un cambio químico cercano al que se obtiene con meditación avanzada o Reiki.
Una de las autoras más reconocidas sobre el abrazo es Lía Barbery, autora del libro ‘El lenguaje de los abrazos”. Según Barbery, en un contexto de intercambio de abrazos, “logramos brindar seguridad, reforzar la autoestima, alegrar el espíritu, reconocer nuestros propios límites, fusionar cuerpo, mente y emociones, celebrar la vida, conectar con el aquí y ahora y aliviar la soledad”. En sus comprobaciones es una forma excelente de comunicar las emociones que experimenta nuestro cuerpo y que nuestros sentimientos quieren trasmitir.
También se distorsiona menos aquello que anida en el corazón de la persona y en ese contacto es mucho más genuina la expresión pura del corazón, demostrando mayor sinceridad que con el empleo de las palabras.
Según Barbery, “el abrazo no es una cuestión de aptitud, sino de actitud frente a la vida. Quienes participan de estos talleres se transforman en tejedores de abrigos para el alma”. El abrazo demostraría nuestra actitud en la vida, y dejaría en un segundo término el mundo de las aptitudes.
Tal como suponía en mi experiencia anterior, el abrazo estimula una variada respuesta química en nuestro cerebro, que ayuda en el fortalecimiento del sistema inmune, consistente en la liberación de lo que podrían llamarse unos “antibióticos naturales”.
Según Barbery, “al abrazar, nuestro organismo libera sustancias tales como la oxitocina, conocida como la hormona del apego y el afecto; las endorfinas, que favorecen la sensación de bienestar; la DHEA u hormona de la juventud; y la somatotropina u hormona del crecimiento; entre otras”, explica, refiriéndose a lo que califica como “¡un regalo ecológicamente natural!”.
Igual que ocurre en técnicas de limpieza energética, el abrazo contribuye en los desbloqueos emocionales y físicos, y dota de mayor consciencia sobre los mismos a la persona. Rodear y estrechar con los brazos a una persona en señal de cariño, “fortalece la autoestima, porque se produce una mayor aceptación y reconocimiento de uno mismo y del prójimo, desarrollándose la empatía y la asertividad”, señala Barbery.
Efectivamente, recordando la lejanía física que mencioné en mi educación, la ruptura mediante el abrazo comunica solidaridad, sentimiento de unión y reconocimiento de las propias necesidades , “y también obran como rescatadores de la soledad y el aislamiento”.
Dicha ruptura, como he indicado, es mucho más eficiente y rápida que la que produce el lenguaje, sobre todo en aquellas situaciones en las que la carga emocional es muy intensa. Sobre todo porque antes que lenguaje, lo que la especie ha disfrutado, es de la protección física y acompañamiento, el ser transportado y soportado por los padres y adultos en la niñez.
Lamentablemente las sociedades judeo-cristianas han entorpecido el contacto físico, basándose en ese concepto destructivo del pecado, en particular el carnal.
Y por último un apunte contextual:
Apenas nos han llegado relatos sobre como afrontaron emocionalmente nuestros abuelos y bisabuelos la pandemia del 1917/1920. Pero de lo que no hay duda es del efecto devastador sobre el contacto personal que ha tenido esta actual.
Rescatemos la necesidad de ser genuinos y recordar cómo se cuidaban nuestros ancestros, cuando el pequeño siempre estaba agarrado de la espalda de su padre o su madre y era fuente de seguridad y comunicación emocional el contacto físico amoroso.