Es harto conocido que en muchas ocasiones, por no decir la gran mayoría, las personas fracasan cuando realizan una dieta.
Ya que hacer ingentes esfuerzos durante algunas semanas o meses, gastando dinero además, para luego de un breve período, volver a recuperar el peso perdido, debe catalogarse sin duda como un fracaso.
Esta es la razón por la cual surgen cada tanto y especialmente cuando se acerca el verano, multitud de dietas nuevas de las más estrafalarias categorías.
Desde la dieta de la luna hasta las dietas que solo consumen grasas y proteínas (pésima), pasando por la dieta del pomelo o la de comer margaritas agachado o colgado del techo.
Es decir el tema da para cualquier invento. Y como además es una preocupación cada vez más generalizada, nunca faltan los advenedizos que buscan un rédito inventando la “dieta del siglo”.
No hablaré en este caso de la dieta que yo propongo pues ésta se encuentra a disposición de todos en la página web. Si, comentaré algunos datos anecdóticos de cómo surgió esta dieta. (Que en su momento denominé “La Dieta del intestino”).
Los que me conocen, como mis pacientes, o por mi libro o por la web etc. saben que he dedicado mis últimos 30 años de médico a resolver las dolencias de la vista desde una perspectiva naturista.
Es menester decir, que la incidencia en la población de las dolencias visuales, al mismo tiempo que la obesidad, ha registrado un aumento exponencial en las últimas décadas.
Es decir, para dar una idea, si hace 30 ó 40 años los problemas visuales de la población joven afectaban a un 5 ó 10%, hoy en día afectan al 50%. Es decir en términos de los tiempos de la evolución de la especie humana, un aumento descomunal, (como así también la obesidad).
Por ello, y por otras causas que relato en mi libro, comencé a intentar, con mi experiencia en diversos sistemas de ejercicios físicos, a instrumentar una gimnasia que entrenara los músculos de la visión, (como ya habían hecho los chinos y el Dr. William Bates en Occidente).
Resumiendo lo más que puedo, cuento esto para que se comprenda como se llegó a la dieta que propongo. Pero, a pesar de mi dedicación, los tratamientos para la vista tenían resultados aleatorios. Hasta que encontré esta colosal frase del médico naturista alemán Dr. Adrian Vander: “Donde más incide la mala alimentación es en la vista”.
Casi 100 años después los oftalmólogos modernos continúan opinando que la alimentación no tiene nada que ver con la vista empecinándose en desconocer esta relación.
En mi caso la tuve muy en cuenta. Y comencé con una tarea elemental, casi tonta, que consistía en solicitar a los pacientes que anotaran fecha y hora de todo lo que comían y relacionarlo con sus progresos o no en la recuperación visual. Y luego del análisis de miles de estos informes, diseñé la dieta.
El cambio en la eficacia de mi tarea fue fenomenal, pero trajo aparejado un “problema”: Si bien, en mi dieta, les permitía comer todos los alimentos naturales destinados al hombre (no todos juntos) y en la cantidad que quisieran, la queja más frecuente en el consultorio (y aunque tenían muchísimas más energías) era: “Dr. Por favor, yo no quiero bajar más de peso”.
Y esto era porque el peso no depende solo de las calorías que se ingieren, sino que cuando se ingieren todos juntos o por su índole artificial, etc. irritan el intestino.
Y éste entonces absorbe mucho más líquidos de los que debe y se edematiza todo el organismo. Y cada litro (casi el 80% del cuerpo humano es agua) es un kilo. Esto explica porque mucha gente dice que engorda con el aire. Es que se tomó por ejemplo un cafecito con leche descremada y edulcorante (que no tiene ni media caloría), y la irritación que produjo al intestino le hace ganar al menos un kilo.
Además de producirle languidez y hambre voraz durante todo el día.
Cuando se combinan bien los alimentos no hay hambre y se puede comer sin exigirse una sola vez por día. Y por fin quiero responder a la ambiciosa pregunta que lleva por título este artículo.
La respuesta es que cuando la persona tiene algún problema, displacer, etc. va a la heladera e ingiere algo que le haga poner distancia con este malestar.
Así también cuando acorta la distancia con lo que le acontece, bajando de peso, vuelve a sufrir el displacer. Esto, por otra parte, es necesario para poder avanzar a una mejor situación (es decir, adelgazar y habiendo asimilado la tristeza, poder disfrutarlo).
Por eso fracasan muchas dietas pues por más que produzcan la reducción de peso, la persona debe asumir la conciencia de su nueva situación y evolucionar. Es decir, en buen castizo: “No se puede bajar de peso sin entristecerse”.
Hay que bancarse la tristeza hasta resolver la situación y poder tolerar un peso menor (una distancia más próxima a sus emociones), y así se podrá adelgazar definitivamente.
Ninguna dieta es una religión y si se hace algún desarreglo, luego deberá compensarse de alguna manera. Lo fundamental es recuperar la salud y luego el cuerpo adopta su peso natural.
Es decir, en esta dieta puede comer todo lo natural y en la cantidad que quiera, pero tiene que mantener a lo largo del tiempo (con las inevitables transgresiones) la forma de combinación de los alimentos y la no ingesta de aquellos “fabricados” o destinados a otras especies animales.