La felicidad
La felicidad es un estado del alma: hay momentos en que nos sentimos felices y hay momentos en que no. E incluso hay momentos en que nos sentimos francamente infelices. En este sentido, la felicidad no sería tanto una actitud, como algunos dicen, sino una cualidad de la experiencia o un estado de conciencia.
La felicidad y la infelicidad forman parte de la vida con igual derecho a existir. Sin embargo, es natural que cuando perdemos la felicidad queramos recuperarla. Al fin y al cabo, una vez solucionadas las necesidades básicas, ése es el argumento de la vida.
La función de la felicidad
La felicidad cumple una función en nuestra vida, tanto cuando está presente como cuando no.Cuando está presente nos cura, nos conforta, encontramos el sentido de nuestra vida en lo inmediato y nos llenamos de energía, y confiamos en la bondad de la vida sin engañarnos respecto a sus durezas y dificultades.
Cuando está ausente, nos motiva y nos hace responsabilizarnos de construir todo aquello que nos da cuando está con nosotros: curándonos, confortándonos, confiando en la bondad de la vida a pesar de sus asperezas, dándole sentido.
¿Dónde está la felicidad?
Cada uno de nosotros tiene derecho a buscar la felicidad donde más le plazca. Sin embargo, creo que, hoy en día, quien más quien menos comprende de alguna manera que la felicidad se ha de encontrar en el interior de uno mismo.
Sin embargo, algunos me dicen que soy demasiado optimista, y he de reconocer que no les faltan razones para ello: si atendemos a nuestra sociedad, parece que estamos buscando la felicidad en los bienes materiales y en las distracciones más superficiales, en la imagen, en el poder, en el prestigio... sin darnos cuenta de que estos son sustitutivos, muletas o consuelos a los que nos agarramos ante la frustración de no sentirnos felices.
Quizá sí que a veces no nos damos cuenta de que buscamos la felicidad allá donde no la vamos a encontrar: si siempre nos diésemos cuenta, la sociedad de consumo no existiría. Sin embargo, otras veces no se trata de eso: otras veces, a pesar de saber que la felicidad la encontramos en nuestro interior, nos falta la confianza en nuestra capacidad y/o nuestro derecho para encontrarla. La buscamos fuera cuando no confiamos, cuando hemos perdido la fe en encontrarla en nosotros mismos. Sí confiamos, no necesitamos mucho más.
Puede haber dificultades, incluso momentos de franca infelicidad, pero no iremos a buscar la felicidad allí donde no se encuentra (no tendría ningún sentido) y no malgastaremos energía persiguiendo aquello que no nos la da. En este sentido, la felicidad es una obra. La obra del que cree en la felicidad.
La paradoja de la felicidad
Por otro lado, y paradójicamente, para encontrar la felicidad es necesario que aceptemos la infelicidad. ¿Cómo si no iba la felicidad a cumplir su función cuando está ausente? Para el ego, la búsqueda de la felicidad no es una prioridad: la prioridad es evitar el dolor. Y hoy en día nos hemos acostumbrado al tipo de soluciones pretendidamente rápidas y eficaces que la sociedad de consumo nos ofrece.
La publicidad nos dice: "No sufras más, ¿Por qué lo vas a hacer si lo puedes evitar comprando esto que te ofrezco?". O: "¿Cómo puedes ser feliz si no tienes…?”. Ése es el mismo lenguaje que habla el ego, que dice: “lo que necesito es un coche nuevo”; o “sí mi mujer fuese más tierna”; o “si yo tuviese el poder, haría las cosas de otra manera”; o “soy capaz de vender estufas en el trópico y aire acondicionado en el polo”; o… Pero, ¿es realmente lo que quiero? ¿Es realmente esencial para mi?
Creo que no podemos ser felices sin satisfacer algunos deseos, pero no todos: solamente aquellos que para nosotros sean esenciales.
Renunciar a aquello que no nos es esencial puede doler pero no daña, y nos permite seguir andando hacia aquello que sí lo es.
A veces los deseos son obstáculos que le ponemos a nuestra felicidad. Sí creemos que sin algo no podemos ser felices, no lo seremos. Por eso es importante hilar muy fino con nuestros deseos y saber seleccionar en cuales queremos poner nuestra energía y en cuales no.
Como antes decía, cada uno tiene derecho a buscar la felicidad como, cuando y donde más le plazca, pero a veces es necesario ser un poquito como Ulises y escuchar el canto de las sirenas sin acudir a su llamada. De esta manera iremos sorteando los obstáculos que nos separan de la felicidad.