Estaré contigo el resto de mi vida
En nuestra cultura aún entendemos que cuando dos personas deciden emprender una relación lo deseable es que pasen toda la vida juntos. Sin embargo, la realidad nos dice que el amor para toda la vida es un ideal: el amor siempre es aquí y ahora, y si vamos o no a pasar toda nuestra vida juntos, o incluso si en el futuro voy a seguir deseándolo, es algo que siempre está por descubrir: si sucede, sucede y, si no, la vida ya nos abrirá otros caminos.
El amor como ideal se impone en nuestra cultura a partir del romanticismo, es decir, no hace ni 200 años. Anteriormente, el pasar toda la vida con una persona tenía muy poco que ver con el amor al otro, pero sí con la obediencia a las leyes humanas y divinas o con el respeto a un determinado orden social.
En el amor cortés de los trovadores (creo que es el antecedente más obvio de amor ideal que encontramos en nuestra cultura antes del romanticismo) esta manera de entender el amor sólo se concebía fuera del matrimonio, y tengo entendido que lo mismo pasa en otras culturas, como la hindú.
El amor romántico se centra en el "tú": es la otra persona, el tú, quién nos permite acceder al amor. Y ello nos ha llevado a concebir que sin el amor del otro no estamos completos. Si lo perdemos o no lo encontramos lo vivimos como un fracaso que nos hace sufrir en lo más profundo de nuestro ser, pues es este el que sentimos incompleto y frustrado.
Incluso hoy en día, en que el "yo" se ha convertido en el tótem central de nuestra cultura, nos cuesta comprender el amor como algo que mana de uno mismo, y seguimos buscándolo fuera. Y cuando lo encontramos lo incorporamos a nuestro ser, no como expresión de lo que realmente somos, sino en función de que aquella persona está junto a mi. Si me deja, ya no soy lo que soy con ella, sino menos o peor. Y, si la dejo, la estoy negando a ella. “Estaré contigo el resto de mi vida” es un negocio, no es amor. Parte del “yo soy porque tú eres y tú eres porque yo soy” (¿de dónde he sacado esto?).
En realidad significa “yo te permitiré ser a cambio de que tu me permitas ser”. “Estaré contigo el resto de mi vida” nos habla de que el amor, e incluso el ser, se han convertido en un producto, en algo que preciso obtener de mi entorno para satisfacer mis necesidades afectivas y existenciales.
Y de aquí, a vender y comprar amor, hay un paso. La crisis del amor romántico. El amor romántico, en una cultura centrada en el yo, entra en crisis: es prioritario satisfacer las necesidades hedonistas del yo, lo cual nos lleva a prescindir de las cosas y las personas en el momento en que ya no sirven a estas necesidades.
Sin embargo, esta dinámica no nos permite satisfacer nuestra necesidad de amar y sentirnos amados incondicionalmente. Ante el vacío existencial pensamos que quizá nos equivocamos, que debe haber otra manera de llenar ese vacío que cumplir con nuestro compromiso, y seguimos buscando fuera de nosotros, en otras relaciones, en aficiones o en cursos de crecimiento personal.
Creo que esto es uno de los factores que explica que las relaciones sean cada vez más cortas, que haya más separaciones y divorcios, que haya cada vez más gente que vive sola. Sin embargo, creo posible que esto en el futuro nos traiga algo positivo: nos da la posibilidad de descubrir que no hay intermediario entre uno mismo y el amor, igual que estamos descubriendo que no necesitamos intermediarios entre uno mismo y el espíritu.
Y de la misma manera que esto nos está permitiendo acceder a una nueva manera de entender la espiritualidad, lo otro nos puede permitir descubrir una nueva manera de amar. Quizá la “era del yo”, con todos sus inconvenientes (y después de tanto mirarnos el ombligo), en un futuro próximo nos traiga la conciencia de que el amor parte de uno y va hacia hacia el entorno, de que es una fuente que no se agota nunca si la sabemos encontrar en nosotros mismos y compartir aquello que de ella mana.
Diría que, de alguna manera, es el "amor personal" el que ha entrado en crisis y andamos hacia una manera "transpersonal" de entender el amor, no a partir de la dicotomía “yo-tu”, no tanto desde la reciprocidad, sino a partir del “nosotros”, del río que nace cuando se unen las aguas de tu fuente y la mía.
Quizá lleguemos a entender el amor como el oxígeno, algo que no puedo poseer y de lo que, sin embargo, participo y disfruto con plena autonomía; o quien sabe si llegaremos a vernos a nosotros mismos similares a las plantas, capaces de transmutar en amor las emociones negativas igual que estas, con la simple presencia de la luz, transmutan en oxígeno el dióxido de carbono.
Esto, obviamente, va más allá del amor de pareja, y por supuesto no quita de que en todos los tiempos haya habido personas aman de esta manera y parejas que han hecho de ello su camino de vida. Es una potencialidad con la que nacemos todos los humanos y que podemos realizar o no.
En cualquier caso, si algo es libre, es el amor, y una manera de amar sólo es mejor que otra en la medida que satisface nuestras necesidades afectivas y existenciales. Pero si siento que mi manera de amar me hace desgraciado, siempre tengo la opción de cambiarla.