Vacaciones y crisis de pareja
Cada año después de las vacaciones hay un aumento de las separaciones y de los divorcios. También son más las parejas que acuden a terapia para evitar una ruptura y salvar así su relación.
Los motivos de consulta son casi siempre los mismos: “Es que no me entiende”, “no tenemos nada en común”, me siento sola”, "mi mujer intenta cambiarme todo el tiempo”, “discutimos todo el tiempo” y un largo etcétera.
¿Qué ha sucedido? ¿Por qué las ansiadas vacaciones se han convertido en un infierno?
Nos pasamos el año deseando que llegue el verano para desconectar, para dedicarnos a nuestros hobbies, para pasar tiempo en familia, en definitiva, para disfrutar. Pero la convivencia diaria trae consigo roces, distracciones y aquellos problemas de pareja que venimos arrastrando se hacen más evidentes.
Durante el año, el trabajo, las obligaciones domésticas y el cuidado de los hijos ocupan la mayor parte de nuestro tiempo y, en muchas ocasiones, las conversaciones que tenemos con nuestra pareja se limitan a cuestiones de infraestructura del tipo: “¿Quién lleva al niño al dentista?” o “Se ha acabado la leche. ¿Puedes pasar por el supermercado?” Y cuando llega la noche estamos muy cansados para hablar de cómo nos sentimos o de cómo podemos solucionar ese malestar que se está instaurando en la pareja. Podemos afirmar que, de alguna manera, la rutina nos “protege” del desencuentro pero, en realidad, lo que hace es acentuar el problema y que el abismo en la pareja se haga mayor.
Cuando llega el periodo estival, las vacaciones hacen de amplificador de los problemas que ya existen porque al romperse la rutina, desaparecen los factores que nos permiten distraernos y evitar así abordar el verdadero problema.
Durante las vacaciones, el encuentro es inevitable porque pasamos muchas horas juntos y, a menudo, en un espacio reducido como es la habitación de un hotel. Tenemos que planificar actividades con nuestros hijos e intentar parecer felices y contentos para que éstos no se den cuenta de nuestras desavenencias. Esta presión añadida nos hace estar más susceptibles, nerviosos e irascibles.
¿Qué es lo que le sucede a la pareja en vacaciones?
Según el Análisis Transaccional, la pareja se sustenta en tres pilares: la pasión que es la atracción física y sexual, la intimidad que es la implicación emocional y la amistad y el compromiso que es el proyecto de vida en común.
El 90% de las consultas de las parejas después del verano están relacionadas con la falta de intimidad que en muchas ocasiones acaba afectando a la pasión y a la falta de deseo sexual. “Es que se nos ha acabado el amor” suelen decir.
Pero, en realidad, es que los miembros de la pareja han dejado de ser amigos, han perdido su complicidad y se han olvidado de ellos mismos como pareja.
Tenemos que tener en cuenta que la relación de pareja es una relación viva, que evoluciona, que pasa por etapas, que debe superar crisis, que tiene que adaptarse a nuevas situaciones y reinventarse porque la conforman dos personas que también evolucionan, que pasan por ciclos vitales distintos, que tienen sus necesidades, sus sueños y sus miedos. Por tanto, para que la relación de pareja dure en el tiempo y se fortalezca tiene que evolucionar y crecer con las personas que la forman. O, mejor dicho, los miembros de la pareja tienen que implicarse en su vida en común para sustentar la pareja.
Tu, yo, nosotros
Tu, yo, nosotros,... es una premisa que tenemos que tener siempre presente. La pareja está formada por dos personas que deciden compartir sus vidas y, por tanto, hay un nosotros que no podemos olvidar.
De la misma manera que como personas individuales necesitamos dedicarnos un tiempo a nosotros mismos para garantizar nuestro bien emocional, también tenemos que cuidar del nosotros para garantizar la salud de la pareja y este cuidado pasa por la intimidad de la que hablábamos antes, por pasar tiempo de calidad juntos, por hacer actividades y compartir aficiones, por interesarnos sinceramente por el otro y, sobre todo, hablar de los problemas en cuanto surjan y no permitirnos acumular resentimientos.
No usemos las obligaciones y la rutina o el cansancio como excusa para no sentarnos, mirarnos a los ojos y solucionar aquello que nos disgusta o nos distancia de nuestra pareja porque intentar obviarlo sólo hará que el problema se agrande y se manifieste con más intensidad en los períodos vacacionales.
Veamos las vacaciones como una oportunidad para redescubrir a nuestra pareja, para dedicarnos tiempo y revivir la pasión que sentimos alguna vez y, sobre todo, busquemos momentos para conversar, para hablar de lo que nos preocupa, de lo que nos sentimos y para solucionar los problemas que nos separan.
Si aun así, la crisis persiste, no nos demos por vencido y busquemos ayuda de un profesional para superar las crisis porque la pareja también es un espacio de crecimiento personal.