Las relaciones, mejor sanas
Como afirma Joan Garriga (experto en Gestalt, PNL y Constelaciones familiares) en su libro El buen amor en la pareja:
«[...] en las relaciones de pareja no hay buenos ni malos, culpables e inocentes, justos y pecadores. Lo que hay son buenas y malas relaciones: relaciones que nos enriquecen y relaciones que nos empobrecen. Hay satisfacción e insatisfacción. Hay buen amor y mal amor. Y es que con el amor no es suficiente para asegurar el bienestar: hace falta el buen amor. El buen amor se reconoce porque estamos exactamente como somos y dejamos que el otro sea exactamente como es, porque se orienta hacia el presente y hacia lo que vendrá en lugar de atarnos al pasado, y sobre todo porque produce bienestar y realización.»
Tal afirmación, y salvando las distancias, también puede aplicarse a las relaciones de amistad.
Si tenemos una autoestima baja, deberemos tener cuidado a la hora de relacionarnos, además de aprender a elegir las personas y a respetarnos.
En general, si queremos tener relaciones sanas, nos hará bien:
- Conocernos a fondo: saber cómo somos y cómo funcionamos.
- Relacionarnos bien con nosotros mismos: comprendernos, aceptarnos, respetarnos; es decir, disfrutar de una buena autoestima.
- Estar abiertos a cierta dosis de autocrítica.
En cuanto a las relaciones más íntimas y de pareja, nos ayudará, especialmente:
- Detectar si estamos abiertos o no a una relación íntima, sea del tipo que sea, y mostrarnos coherentes con la otra persona. Este acto de honestidad puede evitar muchas confusiones.
- Identificar el tipo de relación que queremos con cada persona y en cada momento –o al menos tener una idea o intuición aproximada–. Podemos estar en «modo amantes», en «modo compañeros de vida» o encontrar cualquier otra fórmula que nos realice. A lo largo de la vida pasamos por diferentes etapas y las necesidades relacionales van cambiando. No siempre vemos con facilidad si queremos amistad, sexo o ir más allá; por eso hay que darse un tiempo para conocer a cada persona, activar la conciencia e ir actualizando lo que vamos sintiendo. A menudo nos saltamos este proceso, tenemos cierta prisa, ya sea por necesidad afectiva, por miedo a la soledad, etc.
Para saber cuál es nuestra fórmula relacional, es fundamental trabajar en el autoconocimiento, la autoestima y la autocrítica.
- Coincidir con el otro en el tipo de relación que queremos tener. Por ejemplo, si A entiende que debe haber un compromiso de fidelidad y B no, definitivamente es mejor no aventurarse. Hay que saber identificar con qué nos podemos flexibilizar y con qué no. No todo es negociable ni todo es admisible; depende de la visión y la necesidad de cada persona. Forzar las cosas genera relaciones desequilibradas.
Es importante compartir nuestra preferencia relacional con la otra persona implicada, para que cada cual decida si se queda o si se va.
- «Ver» a la otra persona, que significa conocerla de verdad, dejar que surja para saber si nos gusta de verdad, y no desde una falsa idea que nos hemos construido de acuerdo con nuestros deseos y expectativas. En la fase del enamoramiento, nadie ve a nadie y cada uno ve lo que quiere ver y escucha lo que quiere escuchar, y así va haciéndose una idea sui generis del personaje. Cuando más adelante se da cuenta de que esta idea no es real, en lugar de aceptar a esa persona tal como es, intenta hacerla cambiar –craso error.
Cuando no nos gusta alguien o el tipo de relación que nos puede ofrecer, es mejor soltarlo.
- Detectar si seguimos un patrón de relación, es decir, si siempre acabamos topando con un mismo tipo de persona: no disponibles, infieles, con dependencia emocional, con tendencia a hacer de madre o de terapeuta, etc. Hay, además, personas que no saben amar, que solo se dejan querer; hay que saber identificarlas también... Una vez detectado el patrón, es útil preguntarnos qué papel jugamos ahí.
Identificar nuestro patrón relacional nos puede ayudar a cambiar y a empezar a buscar/atraer a otro tipo de personas con quien relacionarnos más sanamente.
- Admitir que las relaciones de pareja no son un camino de rosas y que hay que vencer ciertos prejuicios y obstáculos. Creer que la relación debe ser perfecta no nos permite, a la larga, relacionarnos o vincularnos con nadie de una manera real y profunda. Esta idea de perfección no funciona para las relaciones de pareja: «quien no quiera polvo, que no vaya a la era». Es básico revisar el tipo de relación que buscamos y ofrecemos; quizá no queremos una relación de pareja y todavía no nos hemos dado cuenta...
Es en la relación con los demás donde descubrimos cómo somos realmente; por lo tanto, es una fuente muy rica de conocimiento y saber desarrollarse en estos «mares» es todo un arte.
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