Depresión, sistema inmunitario y Covid
El concepto de salud fue definido en 1948 como el "estado completo de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de enfermedad". Sin embargo, cuanto más avanzamos en el tiempo, vemos cómo ese estado completo de salud se está convirtiendo en una utopía imposible para un creciente número de personas. Ello provoca desánimo, impotencia, frustración, dolor... y más presencia de enfermedad.
Antes de la Covid-19, los trastornos mentales, en especial la depresión, ya eran la primera causa de enfermedad en el mundo. Ahora, con los efectos de la pandemia, se ha incrementado aún más su incidencia. Aparte del propio malestar psicológico que produce, la depresión puede debilitar nuestro sistema inmune, haciéndonos más vulnerables ante posibles infecciones y enfermedades. Cuanta más depresión, más posibilidades de enfermar o de agravarse las enfermedades existentes. Y cuanta más enfermedad, posiblemente más depresión. Es un bucle perverso que se retroalimenta y crece por sí mismo.
Relación entre depresión y el sistema inmunitario
La depresión es capaz de debilitar o alterar algunas funciones defensivas de nuestro organismo. Un ejemplo importante e impactante, totalmente demostrado, lo podemos hallar en las células NK (células asesinas) que, entre otras funciones, pueden encargarse de combatir las células cancerosas. Esas células pierden efectividad cuando la persona se deprime. Pero, aparte de este ejemplo, sabemos que la relación entre la depresión y el sistema inmunitario es muchísimo más amplia. Incluso se está debatiendo si es el sistema inmunitario el que influye en la depresión, o si es la depresión la que influye en la alteración inmunológica, pues estudios recientes han mostrado que la depresión correlaciona con un mayor nivel inflamatorio de nuestro organismo. Sin embargo, la Psiconeuroinmunología nos muestra que esa relación es bidireccional. Como explico en mi libro "El Quinto Cerebro", nuestro organismo es una red psiconeuroinmunoendocrina, totalmente inteligente, que interconecta nuestros distintos cerebros, mediante el sistema nervioso, inmunológico y endocrino entre sí, permitiendo la acción de sus recursos autocurativos, regenerativos y homeostáticos.
A alguien le puede parecer mentira esa relación entre cáncer, inflamación y depresión. Sin embargo, aunque es poco conocida, está contemplada en numerosos estudios científicos. En mis libros he solido incluir un apartado dedicado a los ácidos grasos omega-3, siempre con sus correspondientes referencias científicas, precisamente porque explican esta relación. Los omega-3 han demostrado que son antidepresivos, antiinflamatorios y anticancerígenos. ¿Curioso? Son enfermedades que tienen un nexo común, un patrón de citoquinas similar. Y recuerda que las citoquinas de carácter inflamatorio son, precisamente, las que causan la “tormenta de citoquinas” que suele ser la que realmente mata en la infección por Covid-19. Esto último lo comenté precisamente en mi anterior artículo titulado "La gran clave es prevenir y cuidar nuestro sistema inmunitario".
En otro artículo anterior titulado "Impedir el auge de la depresión en el mundo", ya expliqué que las autoridades sanitarias europeas, están trabajando para cambiar el tradicional tratamiento basado en el modelo biomédico, por un modelo psicosocial, dado el evidente y persistente fracaso del primero y la eficacia que ha ido mostrando el segundo. Sin embargo, no podemos dejarlo todo en manos de la sanidad.
Debemos empezar por actuar nosotros mismos, dentro de lo posible. Como también explico en mi artículo "Por favor, no esperes, ¡cuida y mejora tu salud ya!", ese consejo vale tanto para la salud física como para la mental. Además, ten en cuenta que nuestra poderosa mente puede ayudar de forma positiva a prevenir y mejorar la salud, si se la utiliza adecuadamente. Por ejemplo, se ha comprobado que las personas más religiosas, en general, tienen mejor salud, menos hipertensión, menos infecciones, menos incapacidad, menos uso de la asistencia sanitaria... y mejor recuperación postoperatoria. La fe puede curar. No hace falta que sea específicamente religiosa, sino una fe positiva. Esperanza, ilusión, determinación por vivir, por superar los problemas... Pone en marcha y potencia nuestras capacidades autocurativas naturales.
Los beneficios de la risa
Debemos buscar la alegría, aunque cueste, en cualquier momento, ocasión o circunstancia, incluso cuando estas son adversas. Se ha comprobado que la risa puede optimizar el funcionamiento endocrino, disminuyendo las tasas de cortisol y adrenalina, rebajando de forma muy importante el estrés y beneficiando al sistema inmunológico. También se ha reportado que la risa, después de ver películas cómicas, es capaz de reducir la respuesta inflamatoria en enfermedades alérgicas.
Sentirse feliz o llevar a cabo alguna actividad agradable y gratificante también puede incrementar de forma importante los niveles de endorfinas. Por eso, la felicidad, la sensación de felicidad, o el deseo ferviente de felicidad, puede ser un gran antídoto contra el dolor o la depresión, aparte de un aliado para fortalecer la acción del sistema inmune.
Está claro lo importante que es mantener la depresión a raya y recuperar un buen estado de ánimo. Sea cual sea el problema que esté contribuyendo a ella, si se padece depresión, es necesario buscar ayuda. La familia y los amigos son muy importantes. Los tratamientos psicológicos tienen una gran efectividad. Y recuerda, que esta pandemia tiene fecha de caducidad.
El objetivo es resistir, luchar y recuperarse.