Sí tenemos remedio, pero depende de nosotros mismos.
Muchos de los problemas de la humanidad están ahí porque entre todos, no hemos hecho lo suficiente para evitarlos. No hemos aprendido de la historia. No hemos tomado consciencia de las consecuencias de dejarnos llevar por actitudes inconscientes, cómodas, superficiales, egocéntricas o ambiciosas. O por líderes nefastos. Luego nos quejamos, nos indignamos o nos frustramos, y aparece el desencanto, la rabia, la impotencia..., dando siempre la culpa a otros y entrando en un círculo vicioso del que cuesta mucho salir, tanto a nivel individual como colectivo.
Una de las consecuencias más evidentes es que cada vez tenemos más problemas a nivel emocional. Cada vez hay más gente empastillada. Recordemos que España es el país europeo con mayor consumo de ansiolíticos. Y la Covid-19 lo ha empeorado y lo sigue empeorando todo hasta niveles insospechados.
Manipulación de masas
Observamos cómo la manipulación de masas está llegando a cotas inverosímiles. Y va en aumento. En ocasiones resulta difícil distinguir lo que ha sido secretamente planeado de lo que es accidental, pero sea cual sea la causa real, todo termina manipulándose. Los objetivos reales se ocultan. Vivimos engañados, desinformados, con medias verdades... Distraídos por unos y por otros, cediendo espacios vitales de nuestra mente a ideas, postulados, ídolos, actividades o tecnologías que nos invaden y nos hacen cada vez más vulnerables. Más ignorantes. Más manipulables. Más dependientes. Perdiendo, además de la salud, el último reducto de libertad que es nuestra mente, nuestro pensamiento.
Como explico en mi libro El quinto cerebro, "si en el futuro no somos capaces de desarrollar y potenciar, de forma equilibrada, armónica y suficiente, nuestra propia capacidad mental con un espíritu crítico y objetivo, elevando nuestra autoconsciencia, además de que estaremos desaprovechando el inmenso potencial que poseemos, correremos el riesgo de ser cada vez más débiles mentalmente y estar expuestos a voluntades y factores externos indeseados que nos mantendrán más limitados, manipulados e impotentes ante quienes tengan el poder de dirigir nuestras vidas". O, simplemente, cederemos impotentes ante la fuerza del contexto.
En un artículo publicado anteriormente, titulado Superficialidad, caldo de cultivo de nuestros grandes males, explicaba cómo algo tan aparentemente trivial como la superficialidad, está facilitando que no solamente estemos desaprovechando nuestras privilegiadas capacidades mentales, sino que, además, perdemos nuestra salud ante las eufemísticamente llamadas enfermedades del bienestar. Sin embargo, un artículo así, con un clarificador contenido, en lugar de ser leído y compartido por miles de personas y convertirse en un estímulo para intentar cambiar y mejorar, es sistemáticamente ignorado. Y no es el único. En primer lugar, porque se considera políticamente incorrecto. Y, en segundo lugar, porque la gran mayoría de personas prefiere mirar hacia otro lado antes que reconocer errores y cambiar actitudes o comportamientos propios.
Se inhiben y prefieren seguir la corriente general. Es más fácil. Eso favorece que todo siga igual aunque veamos que vamos hacia un precipicio, esperando cómodamente que alguien o algo lo resuelva mágicamente, manteniéndonos pendientes de las numerosas marionetas mediáticas que, a su vez, nos manipulan y nos convierten también en marionetas incapaces de reaccionar y de cortar los hilos que nos mueven. De esa forma, construyen la realidad social haciéndonos creer que somos nosotros quienes la construimos. Lo cierto es que nos están acostumbrando a pensar solo en vivir y a vivir sin pensar. ¿Es eso lo que queremos? ¿Es esta forma de vida, este mundo, este planeta a la deriva, lo que vamos a dejar a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos?
El cambio depende de uno mismo
Ha llegado la hora de hacer un verdadero cambio. Pero solo llegará si lo hacemos inicialmente de forma personal, individual, consciente, y luego lo utilizamos como motor de cambio social. Si todos cambiamos, la sociedad cambia. Al revés no funciona, ya que entonces la manipulación de masas nos anula individualmente, y eso es lo que está ocurriendo.
Tampoco llegará ese cambio deseado si pensamos que estamos determinados por los astros. De mí depende que yo sea buena o mala persona. Que comparta mis conocimientos con los demás. Que me preocupe por un vecino o pase de él. Que vaya a comprar el pan y que ese pan sea artesanal, saludable y sin aditivos, o que sea un pan industrial que me asegura un buen dolor de barriga. De mí depende que sea amable y esté relajado. De ser positivo, proactivo, resiliente. O negativo. Agresivo o asertivo. Que lea libros o no los lea. Que escuche o no escuche. Que aproveche el tiempo o lo pierda. Que camine o me mantenga en el sofá viendo series. De mi depende que sea responsable con el medioambiente. Que sea solidario o insolidario. Que sea superficial o profundo. Sensible o insensible. Romántico o borde. Egoísta o empático. De mí depende mi comportamiento. Que sea valiente o cobarde. Que me deje llevar por los demás o no. Que me valore. Que aprecie mis capacidades y las de los demás. Que cuide o sabotee mi propia salud. Que contribuya a crear un mundo mejor. De mí depende luchar o abandonar. Soñar, compartir, amar, vivir. De mí depende, no de una alineación Marte Júpiter, o de una conjunción Sol Venus en Aries. De mi voluntad depende que no me manipule nadie. Nadie ni nada. Yo tengo la última palabra. Y tú dependes de la tuya. De ti.
Dependemos de la actitud y el comportamiento de nosotros mismos. Que afrontemos los problemas. Que comprendamos su origen. Que nos conozcamos mejor y sepamos sacar más provecho a nuestras cualidades. Que aprendamos de los errores. Que valoremos el poder de la unión, de la solidaridad. Que nos cuidemos. Que dejemos de ser pacientes pasivos y nos convirtamos en agentes activos de nuestra propia salud, eso que siempre decimos que es lo más importante, pero que a la hora de la verdad nos olvidamos de cuidar. De nosotros depende que hagamos prevención y empecemos a alejar los factores de riesgo que nos hacen vulnerables ante innumerables ataques de microorganismos, tal como expliqué en mi anterior artículo titulado La gran clave es prevenir nuestro sistema inmunitario.
No es nada fácil cambiar todo esto. Nos lo están poniendo muy difícil. Pero no es imposible. Nada lo es. En estos momentos, muchas personas están aportando lo mejor de sí mismas. Muchas otras se están redescubriendo. Descubren su verdadero potencial. Se despiertan capacidades dormidas. Aumentan su autoconsciencia. Algunas, se dan cuenta de que sus problemas limitantes de siempre, su ansiedad, sus miedos, en realidad no son nada en comparación con verdaderos dramas que se están viendo. Se dan cuenta de lo afortunados que son de ser quienes son, y de tener lo que tienen. Se dan cuenta de que pueden superarlo. De que son bellísimas personas, capaces de dar lo mejor. De que pueden cambiar. Y todos podemos hacerlo. A nuestra manera, a nuestro nivel, dentro de las posibilidades de cada uno.
Debemos darnos cuenta de que en estos momentos debemos ser resilientes, humildes, apoyarnos, dejar atrás tantos y tantos errores. No tirar la toalla, sino sentirnos fuertes, motivados, solidarios. Esa actitud es contagiosa. Tanto o más que cualquier virus.