ARTE para conseguir nuestros Objetivos
Si hubiera una única verdad, no sería posible pintar cientos de cuadros sobre el mismo tema
Pablo Picasso
Cuando tenemos un objetivo en mente hay que tener en cuenta diversos aspectos.
Hay que observar si nuestra percepción es ajustada. Tener en cuenta que existen diversas visiones de un mismo asunto, diversas perspectivas. Tantas como personas observen el tema.
Cambios de perspectiva previos, observando desde distintos ángulos el asunto nos permitirá ser más conscientes de nuestra realidad. Con ello abordaremos más adecuadamente los pasos a dar en la consecución de nuestro objetivo.
Cuando ya tenemos claro el objetivo a conseguir, avanzamos. Paso a paso, pincelada a pincelada.
Tener toda la información posible del objetivo o modelo nos ayudará a tener claras todas las posibilidades.
Es hora de empezar. Paso a paso, trazo a trazo. El procedimiento nos lo irá pidiendo la obra. Puede que tengamos que empezar por un boceto general para luego ir marcando los detalles. O quizás trabajar el contexto, el fondo, para luego, establecido éste, trabajar sobre él aspectos concretos.
Cada obra, cada proyecto nos irá pidiendo una forma de trabajar. Con los años, con la experiencia, aprenderemos nuevas técnicas. Estar abierto a esas posibilidades nos ayudará a crear. A conseguir nuestros objetivos más adaptados y más adecuados a la demanda. Propia o ajena.
Ser flexibles a la hora de avanzar nos permite valorar todas las visiones, todas las técnicas y nos abre un mundo de posibilidades que no contemplábamos.
Ya en el proceso, ya avanzando hacia nuestro objetivo, nos surgirán inconvenientes. Ante ellos tenemos multitud de posibilidades.
Seguir avanzando sin tenerlos en cuenta. Esperando que se solucionen solos.
O puedo parar. ¿Ponerme a dar vueltas sobre por qué ha pasado? ¿Por qué me pasa siempre? Y vueltas y vueltas, y me paro. Aunque sigo pensando en el objetivo no alcanzado. Y lo dejo ahí, inacabado, y siempre presente, apenas bocetado o casi acabado, incompleto, al fin y al cabo.
También puedo abandonar mi objetivo. Replantearlo. Cambiar de dirección. Empezar de cero. Borro y reinicio, sin restos de lo que empecé.
Otra opción es avanzar con ellos. Valorando por qué ha aparecido. También, y casi más importante, para qué ha aparecido. ¿De qué me va a servir su aparición? ¿Qué he aprendido con ella? ¿Puedo integrarlo en mi obra, en mi objetivo? ¿Puedo hacer que forme parte del resultado final?
Todo lo que ocurre lo hace para algo. Si esa mancha aparece en el lienzo, ya sea de modo casual o por un error, por qué no integrarla. Ya está ahí. ¿Para qué la obviamos?
Y avanzando y avanzando en el proceso, vamos cambiando con él. Vamos integrando lo que nos ocurre durante el mismo. Vamos adaptando lo que nos plantea el objetivo, la obra. Vamos creciendo con ella.
Y ese crecimiento, ese aprendizaje, nos llevará hasta el objetivo inicial. Nos ayudará a conseguir las metas planteadas. Habremos disfrutado del proceso y habremos terminado.
U otra opción es que, disfrutando del camino, nuestra meta varíe. El momento en el que nos encontramos, la fase en la que está la obra, nos satisface como está ahora. No preciso avanzar más. No la siento inacabada. No está como yo pretendía en aquel momento. A quien yo era ese día no le gustaría. A quién soy ahora le llena, le encanta. Puede quedarse así.
Y soy consciente que los demás puede que no lo entiendan como yo. Pues claro. La riqueza de una obra, de cualquiera, es que es una realidad distinta dependiendo del observador. Y recibirá críticas y alabanzas. Por supuesto.
Aunque las principales son las que yo aporte.
Si yo estoy a gusto con el resultado hoy, desde quien soy hoy. seguro que está perfecto. Mañana puede que sintamos la necesidad de variar algo, puede.
Mientras, ¡disfrutemos!