Como terapeuta humanista entiendo que la persona que viene a terapia no es un enfermo, ni un neurótico, ni mucho menos un loco. Cuando llega a la consulta, suele ser un ser que sufre enfrentado a dificultades, contradicciones y un montón de ideas sobre lo que le pasa y por qué le pasa, sobre que tendría que cambiar y que tendría que hacer para cambiarlo. Que sea cómo es, que sienta, piense o se comporte de determinadas maneras, siempre es la mejor respuesta posible que que sus recursos personales y el apoyo social que encuentra en su entorno le permiten dar a sus experiencias vitales, es decir, a las circunstancias y acontecimientos que dan y han dado forma a su vida.
Entiendo que mi función como terapeuta es apoyar a la integración de las experiencias vitales de las personas que buscan mi ayuda. Para hacerlo, trato de crear un espacio de confianza donde la persona se pueda expresar libremente y tomar una mayor conciencia de si mismo y sus circunstancias, priorizando la escucha, la empatía y la aceptación.
En función de las necesidades de la persona, en el decurso de las sesiones puedo proponer diferentes experiencias con el potencial de actualizar los recursos personales necesarios para el proceso de integración. Para hacerlo, me apoyo en el bagaje que nos ofrece la terapia Gestalt, la psicología transpersonal, las técnicas de relajación y meditación, la Arteterapia...
A no ser que pactemos un otra cosa, las sesiones suelen durar entre una hora y una hora y media. La frecuencia de las sesiones y la duración del proceso depende de su desarrollo y de los objetivos que nos marcamos en su inicio.